CURRICULUM VITAE

Wednesday, May 8, 2013



CAMBIA...TODO CAMBIA

               En la vida existen cientos de circunstancias que implican mayor o menor grado de conflicto. Conflicto entendido en términos de tensión, confusión, sentimientos encontrados. Uno se siente incómodo, diferente, aún cuando la situación se encuentre controlada o en vías de ser resuelta.
                Ejemplos de estos acontecimientos son el casamiento, un nuevo trabajo, una mudanza o el nacimiento de un hijo, entre otros. Cuando estas experiencias ocurren, uno sabe que se avecina un gran cambio. Cómo será? ¿Cómo lo haré? ¿Podré? ¿Y si pasa que…? Las dudas son miles. Y es lógico: hasta ahora,uno venía manteniendo cierto grado de equilibrio, producto de una armonía conquistada y conservada durante mucho tiempo. Cada ficha en su lugar permitía que las cosas marcharan a su ritmo. De pronto, mover una sola pieza implica tener que rearmar el rompecabezas completo.¡Vaya trabajo!

                  En el caso de los adultos, la mayoría de estos cambios pueden ser planificados; nos organizamos, armamos y desarmamos mentalmente hasta que decidimos el CUÁNDO y el CÓMO. Aún así, no siempre sale tal cual lo hemos proyectado.

                   Y los chicos…¿qué pueden elegir? ¿cuándo y cuánto  pueden preparase para los cambios? Lo cierto es que son los padres los que deciden y ellos, sencillamente, deben aceptar…


MI CASA
                    Una vivencia especial es el cambio de casa. Guardarlo todo para abandonar ese espacio tan propio y trasladarse a otro lugar, bastante más desconocido. Sin comprender demasiado, el niño debe abandonar su hogar, su dormitorio, los espacios impregnados con su olor, los recuerdos, las vivencias (quizás también alguna seña particular escrita con marcador o rasguñada con un clavito en la parte más oculta de un zócalo). Y además, debe llamar “casa” a un lugar que, por cierto, no significa nada.
                     ¿Por qué debería interpretar esta despedida como algo bueno, agradable, cuando en realidad sus sentimientos le indican lo contrario? Probablemente le hayan explicado varios motivos de la mudanza: que está más cerca de la escuela, que es más grande, que tendrá un dormitorio para él solo. Sin embargo, se muestra insatisfecho: quiere quedarse en SU casa, seguro de que “es chiquita pero es nuestra casa”.

DESPEDIDAS DIFICILES
                         Situaciones como ésta suponen una pérdida, despedirse de algo querido y desprenderse, despegarse…¡cuesta!. Si hasta a nosotros mismos nos genera tristeza tener que abandonar algunas cosas, aún sabiendo que es algo que nos beneficiará. 
                         Contamos además con cierto privilegio  del que un niño pequeño no goza aún: podemos explicar con palabras  lo que sentimos y lo que pensamos acerca de ese adiós. En cambio, el chiquitín-que recién empieza a entrenarse en el uso del lenguaje-no puede traducir en palabras qué es exactamente lo que pasa por su mente y su corazón. Probablemente ante un hecho que le provoca incertidumbre, el niño actúe de manera diferente a la habitual. Quizá esté callado, o demasiado gritón, peleador, caprichoso…Es su modo de expresarse y la manera en que puede manifestar su inquietud; la incomprensión de la situación y la bronca que le genera  el sentirse despojado.
                          En estas circunstancias, los padres deben ser sus primeros aliados. Empatía, es la palabra clave.
                           Se llama empatía a la capacidad de ponerse en el lugar del otro, en el tiempo del otro y en las necesidades del otro, para intentar captar sus sentires, escuchando con el corazón qué es lo que él está pasando ( y no lo que “le” está pasando). Porque no se trata de una circunstancia que “le” sucede al pequeño sino de cómo él está vivenciándola.  Entonces sí se lo podrá comprender verdaderamente.

PONER EL CORAZON
                           La comprensión genuina es un reclamo diario por parte de los chicos. El llanto doloroso por ese autito roto requiere una especial atención, muy lejana del “dejá de llorar que te compro otro!”. Tampoco el sollozo incontenible es comprendido si luego de una ridícula caída frente a los amigos, la respuesta es “pero no seas maricón, si no fue para tanto”.
                            De lo que se trata es de poner el crazón a la altura de los sentimientos de un niño ( de ese que solíamos ser hace apenas unas décadas).

ANTICIPAR
                             En los pequeños apenas se empieza a esbozar la capacidad de anticipación. Por un tiempo, sólo sabràn vivir AHORA. Las palabras "ayer", "mañana", además de resultarles vacías de contenido, aparecen dichas por los adultos sólo para crearles confusión.  Las cosas suceden y entonces se van “viviendo”, a  medida que las experiencias aparecen. 
                              Es cierto también que hay circunstancias en la vida que nos resultan sorpresivas. Son aquellas que, por inesperadas, nos arrebatan momentáneamente la capacidad de pensar. Y lo primero que nos surge en la mente es ¿Por qué? ¿Qué pasó?
                              Cuando sabemos que algo deseado va a ocurrirnos, ya de antemano empezamos a disfrutarlo. Por el contrario, cuando se trata de una situación difícil, la posibilidad de ordenar nuestras ideas, imaginar posibles respuestas anticipar las consecuencias, nos permite cierto grado de poder sobre la situación, de control. Barajamos mejor las opciones y podemos optar.
                              Toda experiencia que pueda anticipársele e un niño pequeño, será vivida por él con mayor seguridad y tranquilidad. Cuando se avecinan hechos importantes de cambio es bueno prepararlo haciéndolo partícipe del proceso de modo que, al final no lo tome por sorpresa.

ENFRENTAR LOS DESAFIOS
                               Las maneras en que un niño comprende los hechos de la vida pueden aparecer expresadas en comentarios, dibujos, juegos, comportamientos. Lo importante es mantenerse alerta para ayudarlo a asimilar la experiencia de un modo más ajustado posible a lo real.
                               Acompañar al niño, permitirle jugar con la imaginación puede ayudarlo a decir, a su manera, cuáles son sus temores y fantasías, qué piensa y qué siente.
Porque si bien, al igual que el adulto, está sometido a la realidad que se impone, hacérsela comprensible lo ayudará a descubrir que los cambios en la vida son desafíos que vale la pena enfrentar.

Friday, December 23, 2011

La televisión: ¿Hada o monstruo?

    Además de las permanentes quejas maternas “Mi hijo no hace otra cosa que mirar tele” “ Es imposible despegarlo de la pantalla”, hace mucho que venimos escuchando reflexiones,  comentarios y  conclusiones de investigaciones que señalan los efectos nocivos de la televisión sobre la educación de los niños.
    Las estadísticas no mienten: la cantidad de horas que los chicos pasan frente al televisor confirma que a menudo se convierte en el “chupete electrónico” de larga duración.
    A pesar de todos los intentos por neutralizar la atracción que provoca la tele, la situación no parece haberse modificado. Los chicos siguen hipnotizados frente al aparato. “Es capaz de pasarse toda la tarde tirado sin mosquearse “. La realidad indica que la televisión tiene “algo mágico” que atrae a los chicos, y que puede mantenerlos abstraidos por un tiempo.En muchas ocasiones los padres actúan con resignación, como si la televisión fuera un terrible mounstruo invasor contra quien no se puede luchar. Ya ha ganado la batalla y sólo resta someterse a su “encanto”. ¿Se puede luchar contra ella? ¿Hay tiempo para revertir una situación que tiene cierta historia?
    Nada es  absoluto: como casi todas las cosas que nos rodean, la televisión tiene su parte buena y su parte mala. ¿Cuáles son las desventajas? Un alto grado de violencia y sobreerotización. El sensacionalismo con que se presentan algunos hechos. Imágenes desgarradoras del dolor humano. Programas que desenmascaran las más crudas realidades. Si esto hiere nuestra sensibilidad, mucho más lo hace con la de los chicos.
Para saber que existe el sufrimiento, el dolor, la maldad…no necesitamos que nos dejen cargados de angustia y llenos de impotencia cuando nada podemos hacer para modificar esos hechos. Si los adultos quedamos shockeados después de ver algunas escenas, ¿qué sentirán y pensarán los más chicos frente a una realidad tan cruda como la que se muestra? Más aún cuando ellos están aprendiendo a discernir qué es lo bueno y qué es lo malo; qué es lo real y lo posible, lo real y lo Irreal...) Cuando se juega con esas polaridades, el niño puede caer en grandes confusiones: la situación le es mostrada, “entregada”, sin que él pueda interactuar. No puede preguntar, no sabe qué decir, se mezclan dudas, imágenes, pensamientos. El niño mira y, entendiendo o malentendiendo, guarda en su memoria todo aquello que pudo registrar.

N0 TODO ES MALO


    Debemos también aceptar, sin embargo, que la televisión brinda beneficios. A través de sus imágenes y de la velocidad con que nos llega la información, nos pone en contacto con el afuera: muestra otras realidades, acorta distancias en tiempo y espacio; informa, actualiza y también recrea.
    Es una herramienta de entretenimiento con la que podemos mantenernos informados, disfrutar de una buena película, un programa que invita a la distracción o un documental que nos conduce por mundos desconocidos. Sabemos cómo se ve el mundo submarino a pesar de no haber buceado nunca. Podríamos describir a la perfección las características de la selva sin habernos adentrado en ella jamás. Y así tantas otras cosas. Por eso sería injusto catalogar a la televisión en sí misma como buena o mala.
    En todo caso, la televisión ofrece opciones para que cada quien elija qué cara del planeta desea mirar: si la más clara, optimista y constructiva; o la más oscura, destructora y pesimista.
   Porque, después de todo, el control remoto está en casa, puertas adentro y es uno quien decide qué programa sintonizar. De eso...a NADIE SE PUEDE CULPAR.

EL PODER DE LA IMAGEN


    Cuando se habla de lo perjudicial que puede resultar la televisión para los chicos, se refiere, particularmente a dos variables: el qué y el cuánto. Qué pueden mirar y cuánto tiempo es “aceptable” que estén sentados frente al televisor.
    El sentido común debe ser la guía que indique a los padres si tal o cual programa es “apto” o no para su hij@. Cada uno tiene derecho a decidir si acepta o no exponerl@ a ciertos programas o imágenes. La experiencia indica que es preferible pecar de precavido que de permisivo. Aquella frase de que “una imagen vale más que mil palabras” se confirma más de una vez cuando se mira televisión.
    Es cierto: las imágenes tienen un impacto mayor que las palabras. La imagen lo dice todo: una idea, el contexto en que se plasma, la emoción con que se enlaza...Además, las palabras pueden olvidarse fácilmente, pero ¿cuánto esfuerzo tenemos que hacer para borrar una imagen de nuestra mente? Si pudiéramos evitar haberla visto, ¿no velveríamos el tiempo atrás?
    Cuando la situación es inevitable (una propaganda  inoportuna, por ejemplo), más que paralizarse lo apropiado es pensar qué pudo haber provocado en el pensamiento del pequeño y ponerlo en palabras. Es decir, hablar sobre eso que vio que, posiblemente se esté cuestionando.

EL ROL DE LOS ADULTOS

    Los dibujos animados ejercen una fuerte atracción. son los preferidos de los más chicos (y de muchos adultos también...). Sin embargo no están exentos de agresividad. Otros, resultan altamente provocativos.
Sentarse de vez en cuando a mirar televisión con los chicos permite conocer cuáles son sus programas preferidos y descubrir qué es lo que les atrae de ellos. No sería de extrañar que madre e hijo terminen riéndose a coro de las ridiculeces que hacen los personajes. A veces, los chicos miran un programa “porque todos lo miran”...aunque en realidad les resulta de lo más aburrido.

CÓMO GENERAR OTROS INTERESES

    No existe una cantidad de tiempo óptima para que el niño “permanezca” frente al televisor. En todo caso son otras las preguntas que deberían hacerse los padres: ¿Qué actividades podría realizar para dejar de estar tan pasivo? ¿Qué  le puedo ofrecer a cambio de la televisión? ¿Cómo podría generar en él/la otros intereses?
    Un niño que sólo busca llenar su tiempo libre con la televisión es, por lo general,un niño que está aburrido. No sabe qué hacer y se sienta frente a ese aparato para hacer zapping una y otra vez hasta el final de la tarde.
    Cuanto antes se revierta esta situación, más fácil resultará. Pero no se trata de apagar el televisor. Se deben ofrecer alternativas interesantes respecto del qué-hacer. “Cortarle” la televisión...no resolverá su aburrimiento.

Lic.M.Eugenia Blattmann de Jones

Ahora…¡Papá!
Acostumbrados a pasar con mamá la mayor parte del día en una sucesión de vivencias cotidianas (a veces rutinarias), la llegada de papá del trabajo era el hito que rompía la monotonía.
Quizás sea por la  sorpresa, por la ansiedad de su llegada, por la alegría del reencuentro , que lo recordemos con la misma emoción de entonces. Otros hechos grabados en el alma, nos marcaron para siempre: “Cuando me enseñó a andar en bici”, “el día que me rescató de la ola”, “el vestido que tanto quería y me regaló para mi cumpleaños”… Lejos de pasarlos por alto, fueron para nosotros, grandes eventos.


PAPÁS DE HOY


Bien sabemos que desde hace un tiempo el papel del padre ha tomado un nuevo matiz. Su participación en la crianza y  la atención cotidiana de sus hijos es mucho mayor que la que podía preverse décadas atrás.  Actualmente, el papá hace valer su presencia desde el momento mismo de la concepción. Ya desde el vamos, él es papá.
 Durante la gestación del bebé su  actuación   es de fundamental importancia. Es protagonista. Tal como dice la psicoanalista Francoise Doltó “Tú estabas allí sólo porque tu padre deseó que nacieras”.
El acompañamiento  y el sostén que logre  brindar  a su esposa serán altamente significativos, tanto para el devenir del embarazo como para la constitución de los vínculos  que comienzan a tramarse entre los tres integrantes de la familia. Del mismo modo, los primeros meses de vida del bebé no se cierran en la relación madre-hijo sino que ésta se establece de manera singular, específica, de acuerdo con el grado de participación- en efecto y en afecto  del papá.


TRABAJAN MUCHO...DISFRUTAN POCO


La realidad actual  nos presenta una situación bastante alejada de la ideal. Muchas horas del día el papá permanece fuera de casa, trabajando para conseguir los recursos para mantener a los hijos, a quienes -paradójicamente- poco puede disfrutar. Si pudiera elegir, probablemente optaría por reducir su jornada laboral  a la mitad sólo para dedicarse a verlos crecer. Muchos papás cuentan con tristeza lo relegados que se sienten en cuanto a la crianza de sus niños: “Finalmente, no los puedo disfrutar”, “En la semana casi no los veo”,”Lo único que podemos compartir son las cenas”.
Su tarea prmordial será reubicarse en su rol de padre y desplegar algunas estrategias que permitan establecer una comunicación genuina: aquella que no se ata a los mapas ni a los relojes.
Por su parte, el pequeño escucha a diario expresiones tales como “Papá salió a trabajar”, “Papá vuelve tarde porque está en el trabajo”. Los términos  trabajo y papá parecen ser inseparables. De todos modos, su ausencia física no es determinante del tipo de vínculo padre- hijo. No es mejor padre quien más tiempo pasa con sus hijos ni es peor quien lo hace menos. No es una ley de proporciones matemáticas. Se trata de crear, fortalecer y enriquecer un vínculo donde lo que cuenta no es la cantidad de momentos compartidos sino la calidad afectiva que pueda lograrse en cada instante, en cada vivencia, por insignificante que ésta parezca. Esto implica acomodarse a las exigencias de una realidad que se impone, buscando los caminos más apropiados  a fin de que, a pesar de las adversidades, ese  vínculo se arraigue y cobre fuerza.  Porque se puede estar presente aún en ausencia.

EL MARAVILLOSO MUNDO DE PAPÁ


Así como en el momento de una despedida dejamos a quien tanto queremos, un objeto como recuerdo, lo mismo suele hacer papá. Esa lapicera tan preciada, el diminuto muñequito que encontró en la calle, la credencial de aquel congreso con su nombre impreso... ¿Cómo olvidar que son regalos de papá?. Y así, papá es compañía a toda hora. Cada vez  que se   toca ese regalito, cada vez que se lo mira, se siente que papá está; ese recuerdo lo trae al pensamiento, lo acerca y lo hace presente a través del recuerdo. Las palabras actúan del mismo modo que el “souvenir”.  ¡Qué valioso y tranquilizador para el pequeño es escuchar a papá!. Que le cuente  dónde está cuando trabaja, qué hace allí, cómo es el lugar... La cara de un niño se transforma cuando su papá lo invita al trabajo. Visitar la oficina, recorrer la fábrica, conocer las instalaciones es desenmascarar un gran misterio y adentrarse un poco en el “maravilloso”  mundo de su papá.


EL DON DE LA PALABRA

Las palabras acompañan las vivencias, calman los temores y aplacan la angustia. Poder verbalizar aquello que fue un interrogante callado, llenar un vacío con ideas, transformar la confusión en claridad, responder a una pregunta…promueven en el niño la organización mental de los acontecimientos, de los espacios, de los lugares. Aunque no sólo esto lo calmará. La palabra va a compañada del afecto        que la completa, le da sentido, imprime emociones a los sucesos y permite que cada cual ocupe un lugar de significación dentro de esta dinámica de relaciones. Y asi, el papá,  anticipándose a un viaje de negocios le dice “Te voy a extrañar un montón” o “Apenas vuelva armamos juntos la pista de carrera” o “voy a traerte esos alfajores que tanto te gustan”. Frases como éstas se graban en el niño, pues son la confirmación de que está presente en el pensamiento y en el sentimiento de su padre.Es como si, a través de esas palabras, le enviara un mensaje actualizado a cada minuto “ te pienso, por eso estoy con vos “. Entonces, a la distancia , están unidos,cercanos,intersubjetivamente enlazados. 
La frase de Richard Bach, sintetiza la misma idea con estas palabras: “ No puedo ir contigo porque ya estoy alli”.



TIEMPO DE COMPARTIR


El tiempo libre deja abiertas muchas posibilidades a la hora de compartir actividades.No son las grandes salidas ni los largos viajes ni las compras millonarias. Es un tiempo donde lo que importa es “ estar-con”.
En este reencuentro dos seres se  descubren, se reconocen,y así ambos se enriquecen. Los dos se necesitan; cada uno se alimenta del otro a través de las palabras, de las miradas, de los gestos. Van escribiendo su propia historia vincular: de qué se trata ser hijo y de qué se trata ser papá.
Cada niño según su edad, reclamará diferentes tipos de participacion de su padre: el bebé unas muecas divertidas, un paseo por la plaza, las caricias a la hora de dormir. Más adelante se impondrá la lectura de un cuento en la cama, la guerra de cosquillas y el inminente arreglo del autito o la muñeca.  Luego los varones reclamarán una salida a solas para conversar “cosas de hombre”…
Lo cierto es que durante toda la infancia papá tiene algo de Superman ( si es que en realidad no lo supera) : ese personaje todopoderoso, justiciero, defensor del bien, y protector a toda hora y en todo lugar.


PAPÁ NO SE NACE


Cada persona tiene una modalidad propia de  enfrentar los hechos y los cambios de la vida. Es una manera que tiene que ver con la historia personal, con la idea que se tiene de sí mismo,  y con la asunción del propio rol.  Y como ya dijimos, a ser papá se aprende. Llegar a serlo produce una transformación en el varón, que a partir de entonces es responsable de la vida que creó. Por eso , se es papá de un modo peculiar; y en esa relación se actualiza el modelo aprendido: cómo es un papá y cómo se hace para serlo. El modelo se recrea y se ajusta a cada situación específica: “ser papá de este hijo”.  Además,cada uno de los dos está inscripto en una red de relaciones afectivas, familiares y sociales.

UNA CUESTIÓN DE LÍMITES


El niño necesita que su papá le marque los límites, que lo haga sentir seguro de qué es bueno y qué no; qué se debe hacer y qué no está permitido; qué es peligroso y qué no lo es.  Esa figura de autoridad, lejos de significar castigo o represión, es la figura que lo protege y lo conduce para que, paulatinamente, el pequeño vaya interiorizando las normas y pueda vivir en forma autónoma dentro del ámbito social y cultural al que pertenece.
Esta modalidad no se contradice con el papá que se tira al suelo a jugar. El niño encuentra en él (al igual que en su mamá) un compañero de juegos: un rival a quien vencer con la espada, un súbdito que debe obedecer sus órdenes (las suyas, de rey, de cacique, de jefe)… Es un espacio compartido donde todo vale. Incluso, ser más fuerte que papá.
No es lo mismo que el juego con amigos. Es un juego privilegiado porque aquella figura, a veces temida, tan grande y poderosa, es la misma que ahora, con cosquillas y entre risas, demuestra cuánto puede mimar a su hijo.
Así , el pequeñín, redescubre a su papá como un ser que puede “hacer de niño”, ser juguetón y compinche…aunque con la certeza de que en esos brazos encontrará siempre la mano salvadora, y en esa mirada, el auxilio a tiempo de la protección paterna.

Lic. M.E.B. de Jones

Monday, May 2, 2011

LAS TAREAS ESCOLARES: UNA LUCHA DIARIA

"Ponernos a hacer la tarea es todo un tema", "Cuando hacemos los deberes siempre terminamos peleando". "Con las tareas empezamos bien, pero al final es una batalla". Frases que los padres repiten una y otra vez, con éstas o otras palabras. El tema: la tarea. Más allá del tiempo y el espacio, la situación es recurrente. 


¿MAMÁ O MAESTRA?


El regreso de los hijos a casa supone, implícitamente, cierta continuidad escolar, aunque con un ingrediente doméstico: ahora la maestra es mamá. ¿Es lícito que así sea?.¿ Cuáles son los beneficios? Cuando las vivencias dejan de resultar gratificantes y se tornan tediosas ( o, a veces, todo una pesadilla) hay que hacer un alto en el camino y reconsiderar las posiciones tomadas. La vuelta a casa debiera ser vivida como ese momento esperado del reencuentro: mamá e hijo se reúnen  para compartir el relato de las experiencias vividas, y para tejer juntos otras nuevas hasta el final del día. Sin embargo, raras veces ocurre así. En muchos casos, la cuestión tarea puede llegar a opacar pequeños bellos momentos. Una reflexión a tiempo quizás ayude a tomar conciencia de que nunca es tarde para volver a empezar de cero. Más aún cuando se tiene la convicción de que la misión, no sólo es posible sino que además, es saludable. Iniciemos la reflexión pensando cuál es el sentido de que los niños hagan tarea en el hogar. Este es: que el pequeño practique en casa lo que se le enseñó en el colegio. Ahora bien: ¿ es verdaderamente esto lo que sucede cuando llega el momento de sentarse a trabajar en casa?. La mayoría de los padres asumen la obligación de tener que hacer las tareas con sus hijos ("Ponernos a..., "Cuando hacemos...") Y, sobre todo, sienten la responsabilidad de que ésta debe estar correctamente hecha: sin errores y prolijamente presentable. Nos encontramos así con cuadernos de clase corregidos  ( a veces con más o menos errores) tachados, borrados...Pero, paralelamente ,cuadernos de tareas impecables o con alguna pequeñísima corrección subsanada con borratinta. Entonces, ¿cuál es la verdad?, ¿dónde quedó el aprendizaje del niño? O calando más hondo, cabe preguntarse qué idea de aprendizaje están transmitiendo los padres a este pequeño. Si aprender, practicar, es tener que hacer todo a la perfección...¡quién se animará a semejante desafío! Porque cuando no queda espacio para la duda o el error, la presión es tan grande que paraliza y no permite pensar. ¿No sería mejor que, quien es el alumno (el mismo niño) tache, borre, rehaga y aprenda, a cambio de que rellene a la perfección una tarea talcomo mamá o papá la dictan?.Generalmente la exigencia de los padres responde a una necesidad personal de mostrar la excelencia de su hijo y, más aún, la propia como figuras parentales. Se podría decir que el error del niño causa una herida en el narcisismo de los padres. Como si ,lo que sus hijos no hacen bien, pusiera en evidencia deficiencias de su rol parental. Lejos de ser cierto, aceptar en un hijo las fallas, los errores, los fracasos, implica reconocerlo como ser independiente a uno mismo, que puede equivocarse y que, además, es lícito que así sea. Enseñarle a asumir sus faltas es ayudarlo a crecer y a hacerse responsable y comprometido con su propio actuar. La tarea debe servir al niño para practicar lo aprendido (ese dije que era su objetivo),y a la maestra para evaluar la calidad del aprendizaje. Si la tarea no está bien, será la pauta de que debe volver sobre un tema que no quedó demasiado claro. Es por eso los deberes dictados por los papás, no son más que un obstáculo en el proceso de aprendizaje: ejercicios que se hicieron una y otra vez , demuestran, en las evaluaciones que, en realidad, nunca fueron comprendidos. "Yo no sé explicarle. No sé qué métodos usan ahora"- dice una mamá con culpa. Pero ...¿Por qué tendría que saberlo?. Es la maestra quien debe explicar al niño y la mamá debe ayudarlo alentándolo a que pregunte cuando no comprende o tiene dudas. Este es un modo, también, de fomentar la responsabilidad en un chico que debe entender que cada cual tiene su rol. No es beneficioso para la madre ni para su hijo continuar la escolaridad en casa: mamá se pone nerviosa por tener que explicar algo que ella, probablemente entiende poco, y el niño, cansado de una larga jornada escolar, no logra descifrar lo que su madre le intenta hacer comprensible. 


Aprender es incorporar, apropiarse de conocimientos, estrategias, modelos, datos...Es un proceso en el que hay marchas y contramarchas, hay errores (¡y muchos!). Pero de ellos también debe aprenderse porque, de otro modo, quedarían enquistados sólo como fracasos. Deben resultar útiles para evitar otros posibles. Que el niño haga sus deberes en forma autónoma es, fundamentalmente, reconocerlo como persona inteligente, independiente, capaz y responsable. Más allá de la tarea escolar, se le está otorgando el valor moral que, como persona, se merece. Tratar de imponerle la perfección sólo lo llevará a desalentarse ante el primer tropezón queriendo abandonarlo todo. Y bien sabemos que, en todos los ámbitos de la vida, tendrá que  sobreponerse una y otra vez.


 ¿QUÉ AYUDA DEBERÍAN HACER LOS PADRES?


 Brindarse como acompañantes. Ofrecer su presencia para que el niño sepa que puede contar con ayuda. Sin estar necesariamente sentados a su lado, que el pequeño sepa que tiene a quien recurrir que cuenta con una guía, con un orientador, pero no con las respuestas hechas a sus preguntas. . Sus papás podrán ofrecerle ideas, instrumentos para ayudarlo a pensar, a cuestionar, a cuestionarse. Porque guiarlo en el trabajo no es lo mismo que hacerle la tarea. Es ofrecerse como presencia, como compañía, incluso cuando muchas veces la realidad les haga aceptar, ante sus hijos que "ese tema yo nunca lo aprendí".
Lic. M.Eugenia Blattmann de Jones
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CUANDO LOS LIMITES NO TIENEN LIMITE

Hablar de límites lleva implícita la idea de cómo retar. El tema pareciera tener al niño como destinatario exclusivo. Además, la palabra límite parece estar teñida de cierta connotación negativa. Para confirmarlo, no tenemos más que pensar en el repertorio de frases disparadas por doquier cargadas de significado negativo: “Tu hijo necesita límites”, “No puede ser que haga eso, tenés que ponerle un límite”,”Ese chico está pidiendo límites”.
Límite significa demarcación, término, tope. Es un “hasta ahí” que nos distancia del peligro; es un borde que separa el contenido del continente; el adentro del afuera. Es la barrera que marca las diferencias o que determina lugares: aquí o allá.
Todos nos encontramos limitados. Siempre. Nos limita la piel, el espacio, el tiempo, los códigos, la realidad que se nos impone...La vida misma. Aprendemos a aceptar los límites como parte de nuestra cotidianeidad, de tal manera que pocas veces somos conscientes de ellos. Y desde pequeños comenzamos a integrarlos como parte de nuestro “ser en el  mundo”.
El bebé recién nacido, inmerso en un caos de estímulos y sensaciones confusas, empieza a ordenar sus percepciones gracias a una madre que cubre su piel de afecto a través del tacto, de los mimos, y del sostén del cuerpo. La piel empieza así a constituirse en el continente de las caricias, los cuidados y las palabras. Es el límite entre el exterior y el interior que lo protege de las posibles agresiones de los objetos y de las personas, y es la superficie donde se construye la comunicación con su mamá ( y luego con los demás).
Tan vital resulta este primer límite, que es el punto de partida necesario para un futuro desarrollo afectivo-cognitivo y biológico armónicos.
A medida que el bebé crece, va incorporando normas que tienen que ver con la rutina diaria. Debe adaptarse a nuevos ritmos con horarios pautados por los padres: la hora de comer, la hora de dormir, la de jugar, la de bañarse... De esta manera, le conceden cierta organización que va “ordenando” sus días. Será este orden el que, lentamente lo ayudará a  ir anticipando situaciones.. Es este un buen modo de evitar que la vida del pequeño se torne una serie de vivencias sorpresivas que lo aturdan y confundan.
Esta regularidad que le viene impuesta desde sus padres, tiene además como finalidad, integrarlo al acontecer social.
Las normas sociales  son reglas básicas de convivencia que nos permiten participar de la red de relaciones que existen en una misma cultura. Para poder integrarse a ella es necesario el cumplimiento de tales reglas. En el caso del niño específicamente, las pautas se van interiorizando por su deseo de complacer, agradar y ser querido y aceptado por las personas significativas para él.
Existen, por sobre todos los límites, aquellos que se imponen al pequeño para cuidarlo y protegerlo. Él no sabe qué es bueno y qué es dañino para su persona. No tiene noción del peligro. Es por eso que sus papás ponen naturalmente en acción el primer ¡NO!. ¡NO! a meter los dedos en el enchufe, ¡NO! a tocar lo que quema, ¡NO! a llevarse a la boca lo que levantó del piso...
Prohibiciones como éstas, entendidas en términos de límites saludables, son un primer paso en la construcción de la moral del niño. Se trata de leyes dictadas por los adultos que le preservarán la vida y lo protegerán del dolor.
Cuando las leyes resultan impuestas sin razón alguna, pueden devolverle al pequeño la imagen de un mundo prohibitivo y peligroso, porque atentando contra su avidez por la exploración, éste se le vuelve intocable e inaccesible. Es merced a la exploración, al conocimiento de las cosas a  través de los sentidos, que se generan representaciones mentales, ideas, pensamientos. Por eso, es necesario cargar de significado el NO, poniendo en palabras el motivo por el cual eso no se puede: “NO, la estufa quema . Te va a doler y vas a llorar”. Debe hablarse al niño con oraciones sencillas, precisas y contundentes, anticipándole la consecuencia inmediata de su acción.
Por otra parte, resulta beneficioso, frente a cada negativa, ofrecer un sí a cambio. “No podés jugar con el cuchillo porque lastima. Tomá esta cuchara para jugar”. Así, el mundo no le resultará tan negativo y se irá revelando tal como es: un lugar en donde hay cosas que no se pueden (o deben) hacer pero que hay otras que sí (¡y es muy gratificante hacerlas!)-

Existen situaciones en las que los adultos creen estar actuando para educar al niño aunque en realidad, están bastante lejos de ello. Poner límites no es maltratar ni humillar; no es dar el merecido cachetazo ni la palmadita en la cola; tampoco es imponer la propia subjetividad, los miedos personales ni tratar de hacer valer una escala jerárquica de poder.
A veces es poco clara la brecha que separa  el límite bien intencionado del otro, que responde a un capricho sin sentido: cuando la subjetividad del “no lo hagas porque me molesta” gana a la tolerancia, o los propios miedos avasallan la independencia del niño: ”No te subas porque te vas a caer”, o la subestimación hacia él se apodera de expresiones como “No podés porque sos chiquito”. Peor aún cuando cualquier posible negociación se aborta con el consabido “Porque soy tu padre y tenés que obedecerme”.

Verbalizaciones como la anterior, ponen en evidencia la distorsión entre los límites concebidos como cuidado y protección, y la imposición de la ley del más fuerte. En lugar entonces de fomentar la autonomía del pequeño, interactuando con él a través de una comunicación genuina, retroalimentada, otorgando valor a sus intereses y necesidades, a sus capacidades, a su persona, se malogra la tarea de educar a un ser libre, ya que lo que se está haciendo es modelarlo según los deseos del adulto. Porque los mensajes que el niño va incorporando no son otros que “No puedo porque soy chiquito”, “No puedo porque no tengo fuerza”, ”No sirvo para nada”, “No me quieren”.
Cuando un padre establece una norma , lo hace desde su lugar de autoridad. Pero es la autoridad entendida como ser responsable, protector, conocedor en mayor medida, y por eso con derecho a ser quien vela por el cumplimiento de la ley. La actitud del padre-autoridad debe servirle al niño como modelo, como referente a quien recurrir en caso de necesidad, como figura de protección y cuidado. La figura de autoridad no se refiere sólo a la investidura sino, fundamentalmente a una seguridad interior, a una confianza firme que lleva al adulto a sostener esa ley en beneficio del niño y del bien común.
El reto, expresión común de la puesta de límites, es la reacción frente a una transgresión. Esto significa que, en el caso de los chicos, sobre todo, debe uno asegurarse de que la falta ha sido intencional, que a pesar de ser conocedor de la norma, actuó contra ella. Son dos las razones que justifican la necesidad de esta certeza: por un lado, resultaría absurdo y confuso para el pequeño que lo reten sin entender porqué, y  por otro, pues el reto carecería de valor si el niño desconoce cuál fue la transgresión.
También habrá que ser cautos para poder diferenciar entre el hecho de cometer una infracción o cometer un error (sin querer). Este último pude ser accidental (es decir, sin intención) o bien por desconocimiento. En tal caso  se le deberá enseñar al niño aquello que hasta el momento no sabía.
Ante todo, no debe perderse nunca de vista que el principal objetivo es la educación y la formación de un ser, buscando su desarrollo armónico y saludable en todos los aspectos. Es necesario prestar atención a todos los actos que atenten contra ello.
Habitualmente, cuando los padres se enojan con su hijo, pierden el control y cometen -aún sin intención consciente- actos de humillación y maltrato verbal y físico. Retar a un niño siempre debe tener una finalidad educativa pues forma parte de enseñarle a vivir.
Cuando existe una normativa y no ha sido respetada, lo esperable es que se repare el hecho cometido: si rompió algo, él deberá arreglarlo; si ensució, tendrá que limpiar y si ofendió a una persona debería pedirle disculpas. Más allá del resultado de su acción (es decir, si aquello que arregló igualmente ya no sirve, o si donde limpió hay que volver a pasar un trapo), estas conductas de reparación tienen pata el niño una significación psicológica importante: por una lado alivian la culpa que el niño siente por el daño causado (aunque él no la demuestra) y por el otro, atenúan el dolor frente al enojo de una figura de valor, que ahora se muestra satisfecha por su buena disposición y su actitud positiva.
El reto puede tornarse más enriquecedor si se alienta al pequeño a reflexionar acerca de lo que sucedió. Resultará efectivo que se siente a pensar que aquello que hizo no está bien y qué fue lo que lo motivó a hacerlo.
El chiquito, que a pesar de su muy corta edad ya tiene lenguaje(hablamos de los dos años, aproximadamente), es capaz de usar  algunas palabras para dar sus explicaciones. Es claro que necesitará inicialmente un modelo: alguien que le pregunte porqué, cuándo y cómo ocurrieron las cosas. Brindar al niño este espacio para ordenar los acontecimientos pasados, lo llevará a ir asumiendo una actitud reflexiva (aún a pesar de la edad).
El diálogo,  primero con otro actuante como un yo auxiliar, externo, y luego con uno mismo en un diálogo interior, permite tomar conciencia de las acciones ejecutadas y favorece la posterior anticipación de los actos que se van a realizar, evaluados según cierta escala de valores aprendida.
Cualquier expresión donde la humillación y la agresión se ponen de manifiesto, no deja espacio para el diálogo, la comprensión mutua y la reflexión. El golpe- en su más amplio sentido- aparece como consecuencia de un monto más o menos importante de rabia contenida, que se dispara  de pronto hacia el ser más indefenso y menos poderoso: el niño. Hay quienes esgrimen algunos pretextos para justificar su proceder:
 “Obedece sólo cuando le pego”. Si es así...¿dónde quedó el valor de la palabra del adulto?. ¿Estará obedeciendo el niño porque le pega, o se someterá por temor a golpes más fuertes? ,¿Cómo se sentirá el pequeñito? Y desde ese sentimiento, ¿Qué posibilidad de pensar y de tener aprendizajes significativos existe?.
“Recién se calma cuando la liga”, afirman a veces los papás. El cachetazo calma...es cierto. Pero sólo a quien lo propina. Calma porque consigue descargar, a través de un movimiento rápido y violento, un quantum de agresión acumuladas que, por cierto, poco tiene que ver con el niño. Es en esa mezcla de sensaciones donde se  confunden los malos momentos del día, la abultada factura telefónica, el corte de luz inoportuno...y el vasito que derramó el nene en la alfombra. Entonces...el cachetazo. Y el chiquito queda absorto. Se siente lastimado, desprotegido, paralizado e impotente. Y no está para nada calmo.

La palabra debe ser la mediadora por excelencia entre dos personas que desean comunicarse y llegar a un acuerdo para hacer armónica la convivencia. Entramados en una relación auténtica de afecto, cuyo vehículo es precisamente la palabra, podrán construirse vidas dignas.
 Crecer implica asumir valores tales como el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la comprensión. Aprender a aceptar los límites que siempre y a todos nos involucran, no sea quizá tarea sencilla. Lo que no habrá que perder nunca de vista es hacia quién van dirigidos, con qué fin se imponen y cuáles la mejor maneras de hacerlo.
Si al fijar los límites nos comprometemos empáticamente con el niño, es decir, nos ponemos en su lugar, en su tiempo y en sus necesidades, es probable que él los acepte con mayor  facilidad.
Negar al niño que la realidad se impone con su legalidad sea quizá tan dañino como querer demostrárselo por la fuerza. Explicarle que los límites existen, son necesarios , nos benefician y nos conciernen a todos, será demostrarle que, aún con obstáculos, limitaciones y conflictos, la vida merece ser vivida.


Lic. M.Eugenia Blattmann de Jones

ENTRE MAMA Y EL JARDIN


      El período de adaptación es, precisamente, el tiempo que se les brinda a los dos para que puedan ir acomodándose a este cambio...
      La vida del niño transcurre los primeros años, generalmente, bajo la atenta mirada de mamá. Al abrigo de los peligros, él descubre, aprende, inventa, crece, crea y se desarrolla cerca de su regazo. Está tranquilo: ante cualquier dificultad, dolor, temor, sabe que mamá correrá en su ayuda. Ese referente seguro y siempre atento.
      El bebé deja de serlo, se hace grande, debe abrirse al mundo, conocer a otras personas, independizarse y expandir sus ámbitos de acción. Llegó la hora. El jardín de infantes lo espera.
      ¡Cuántos sentimientos encontrados! Y no sólo para el niño, también para sus papás. Por una parte, la idea del despegue es deseada. Por otra resulta muy triste y dolorosa.
      Ese desprendimiento supone para el niño y su madre (especialmente) un arduo trabajo. Les llevará cierto tiempo para que ambos logren aceptar y comprender el beneficio que esta separación les representa. Es que separarse y despedirse... también es un aprendizaje.
      El período de adaptación es, precisamente, el tiempo que se les brinda a los dos para que puedan ir acomodándose a este cambio.
      Durante este proceso pueden producirse reacciones diversas: que el niño llore y se aferre a su mamá, que se niegue a estar en la escuela, ¡o que entre sin ningún problema! Pero puede que sea la mamá quien no quiera dejarlo y ponga excusas para estar un ratito más, y hasta quizás se angustie y lagrimee al despedirlo, etc.
      Para evitar una situación que de por sí es crítica, es conveniente tratar de facilitarse (a ambos) las cosas.
      Cuando mamá está convencida de que su hijo está bien en la escuela, será cuidado y atendido, no hay nada que temer. Si ella confía en los adultos del jardín, su hijo también lo hará. En cambio si se siente temerosa, es más probable que el pequeño se sienta desprotegido e inseguro.
      Una de las cosas que más asusta del jardín de infantes es el hecho de estar con otras personas y lejos de mamá. Para ahuyentar esos miedos es necesario que se le hable acerca del jardín.
      Los adultos siempre damos todo por supuesto cuando para los niños siempre todo es nuevo. Será de gran ayuda contarle porqué y para qué va, qué cosas interesantes y nuevas va a hacer. También lo tranquilizará saber qué cosas hará mamá durante el tiempo que él esté en el jardín.
      No está de más insistir en lo que siempre digo: la palabra calma..Entender cómo son las cosas aleja los fantasmas que uno se inventa cuando desconoce acerca de eso.
      Algo importante a tener en cuenta: llegar a tiempo a retirar al niño de la escuela. Un retraso de cinco minutos puede significar para el pequeño un monto innecesario de angustia. Habrá que ajustar horarios. Y si un retraso es posible, se lo debe anticipar al niño (y a la escuela) explicándole quién estará con él durante ese lapso.
      Toda despedida nos despierta tristeza. No importa el tiempo que nos separemos.
      Despedirse de mamá no es sencillo, pero facilitarle al niño la tarea ,es un buen camino que lo conducirá a su progresiva autonomía.


Lic. M.Eugenia Blattmann de Jones


Sunday, September 26, 2010

TU HIJO…¿TIENE PROBLEMAS DE APRENDIZAJE?



El niño tiene problemas en la escuela. Sus notas son bajas. En casa estudia las lecciones y practica ejercicios. Así y todo, en la escuela fracasa. La maestra cita a los padres y solicita un diagnóstico psicopedagógico porque el niño presenta problemas de aprendizaje. ¿Cuál es la causa de que el niño no aprenda como se espera que lo haga?. ¿Qué se debe hacer? ¿Para qué una consulta psicopedagógica?

MARCANDO LAS DIFERENCIAS

Ante todo es preciso marcar una diferencia esencial: problema de aprendizaje y problema de rendimiento escolar.
Cuando la escuela detecta un niño que no responde  como la mayoría de los niños de su grado, se apresura a sentenciar un diagnóstico del niño diciendo que tiene problemas de aprendizaje. Sin embargo, esto no es correcto. Lo que la escuela puede llegar a observar y constatar a través de las producciones escritas y/ o verbales del niño es que tiene problemas de rendimiento escolar. Esto es, no rinde tanto como de él se espera en el contexto escolar.
Los problemas de aprendizaje son diagnosticados por los profesionales del área de la psicopedagogía, que es la disciplina que trabaja con sujetos (niños, adolescentes, jóvenes y adultos) que se encuentran en situación de aprendizaje. Y la tarea consiste, no sólo en resolver dichas dificultades sino además, en prevenirlas como también promover más y mejores aprendizajes.
Para diagnosticar un problema de aprendizaje, no es suficiente la observación de uno o varios cuadernos, ni la exposición de una lección oral. Son muchas las variables que se tienen en cuanta al momento de pensar porqué este niño no aprende en la escuela.
¿Y por qué aclaro en la escuela? La mayor población de niños consultantes son niños en edad escolar y es en ese contexto donde se detectó el desnivel. Pero...¿qué pasó antes de iniciar la escolaridad? ¿El niño no había aprendido ya  otras cosas ( y exitosamente)? ¿Qué ocurre ahora fuera de la escuela...tampoco aprende?
Lamentablemente se ha llegado a asociar  que los problemas de rendimiento en la escuela don lo mismo que problemas para aprender,y esto no es así.
Si bien es cierto que la escuela ocupa un lugar importante en la vida del niño y que su función es transmitir conocimientos, no  es menos cierto que existen muchos otros contextos en los que el niño aprende. Y si pretendemos asegurar que una persona tiene dificultades para aprender debemos entender al aprendizaje en toda su extensión, no circunscribiéndolo al contexto escolar como si sólo allí uno aprendiera.

¿CÓMO SE DIAGNOSTICA UN PROBLEMA DE APRENDIZAJE?


En este caso me referiré exclusivamente al diagnóstico de niños.
Una vez que los papás se acercan a la consulta, se realiza una primera entrevista en la cual ellos relatan el motivo que los preocupa  y por el cual han decidido pedir ayuda (P.ej: “Nos mandan de la escuela porque la maestra dice que tiene problemas”,”Está en segundo y todavía no escribe bien, le cuesta la cursiva y se le mezclan las letras”,”Cuando algo no le sale se pone furioso y se descontrola: en casa es un caos”...).
En esta entrevista describen a su hijo y se explayan acerca de lo que ellos observan como padres, dentro de la familia, y lo que de él se dice en la escuela. También se les pregunta qué es lo que ellos como papás, creen que podrá estar pasándole a su pequeño.

En una segunda entrevista se realiza una anamnesis. Se trata de una serie de preguntas que pautadas que se refieren al desarrollo evolutivo del niño. Entre otras cosas se indagará la edad y características de sus primeros aprendizajes (las primeras palabras, la marcha, el inicio del jardín...) Esta información es necesaria para, como decía anteriormente, comenzar a rastrear si el niño, desde muy pequeño, presentó o no dificultades para acceder a sus primeros aprendizajes.
Otros datos que se recaban atienden a la conformación de la familia, la modalidad vincular entre los diferentes miembros, el estilo de aprendizaje que prevalece en la familia, cómo circula la información, qué roles y funciones cumple cada uno se sus integrante, etc.

Estas entrevistas con los padres sirven al especialista para comenzar a plantearse hipótesis, aunque sólo sobre la base del discurso de los padres. A partir de ahora,  entrará en participación el niño y será él quien nos brinde la información que nos falta para confirmar nuestra hipótesis inicial, modificarla o generar otras nuevas. La confirmación de las hipótesis señala el fin del proceso diagnóstico. Se le comunica al paciente qué es lo que le está pasando y de la misma manera se les transmite a los padres. Recién entonces se da inicio al tratamiento.
Lic. M.Eugenia Blattmann de Jones